Polifacético
Antonio Cruz de los Santos, cada vez menos desconocido
Hoy, 3 de abril, se cumplen cuarenta y ocho años de su muerte
Antonio Cruz de los Santos murió el 3 de abril de 1976. Su vida fue azarosa y con muchos contratiempos, pero se mantuvo firme y sin dobleces. Buena parte de la historia de La Línea, literaria y fotográfica, se le debe a él.
Aunque nacido en 1911 en La Línea, en la calle del Ángel, la sangre de Antonio Cruz de los Santos era portuguesa. Su nombre original era Antonio da Cruz dos Santos pero lo acabó castellanizando por el bien de su familia. Su padre era patrón de barco y se estableció en un patio en el que todos los inquilinos eran portugueses. Su madre murió con sólo treinta y dos años. Era el tercero de cinco hermanos. Mientras su padre estaba embarcado tuvo que hacerse cargo de sus dos hermanos pequeños aunque había una mujer que se encargaba de hacerles la comida.
Rodearse sólo de portugueses le supuso, entre otras cosas, ir a la escuela sin saber español. Se fue haciendo solo, casi autodidacta. Dibujaba, pintaba, tapizaba, escribía, hacía de todo, menos cocinar. Nunca estudió pero le gustaba la historia y la arqueología. Fue el fundador de los Amigos de Carteya, pero no podía dar la cara por razones políticas.
Pero con el paso de los años iba formándose una persona que se movía entre la reivindicación y la cultura, dos aspectos que marcaron su vida aunque tuviera que pagar un precio muy caro por el primero de ellos. Quiso hacer el servicio militar pero no se lo permitieron por ser estrecho de pecho y luego, sin embargo, vivió los tres años de la contienda civil. Pertenecía a la CNT y a la FAI y era una especie de líder intelectual hasta el punto de que a las reuniones clandestinas que se celebraban en Francia, era él quien iba en representación de España. Llegaba a Barcelona y pasaba la frontera de forma clandestina aún a riesgo de volver a tener problemas.
![[Img #3695]](http://diariodelalinea.es/upload/images/04_2024/4511_cruz-de-los-santos-13.jpg)
Estuvo en la cárcel en tiempos de Miguel Primo de Rivera, Alfonso XIII, Manuel Azaña y Franco. Aunque sus ideas políticas eran muy definidas, estaba en contra de lo que se hiciera mal y favor de las cosas bien hechas.
Cuando estalló el Movimiento se refugió en Gibraltar y se marchó con su mujer. Su hermano mayor, Juan, era masón y otro hermano, Miguel, que no se distinguía por sus ideas, empezó a quemar los libros de su hermano Antonio por miedo a que lo sorprendieran con ellos en casa. Alguien se lo dijo a Antonio y regresó a La Línea para luego incorporarse a la Guerra Civil. Su mujer se había alojado en la casa de unos parientes en Benadalid (Málaga) y Antonio se pasó por allí para despedirse pero terminaron yéndose los dos.
Un día, la pareja se subió a un barco que salía de Alicante. Estando en el barco preparados para partir miró hacia abajo y vio mucha gente que se quedaba en tierra porque no cabía. Se miraron y ella asintió con la cabeza entendiendo a la perfección lo que quería decirle. Bajaron del barco y nada más pisar tierra fueron detenidos. Fueron condenados a muerte los dos y también lo fue un hermano de Antonio. Luego se les conmutó la pena. Un día, muchos años después, pidió perdón a su hija por haberse bajado de aquel barco pensando que su vida habría sido distinta y habría podido ofrecerle algo mejor.
Tras salir de la cárcel no pudo volver a La Línea y se fue un tiempo a Benaoján, donde se alojó en casa de unos parientes de su esposa. Pudo regresar al cabo de un tiempo pero a finales de los años cuarenta volvió a prisión ya por última vez. Permaneció unos cinco años hasta quedar totalmente libre. Durante esta estancia en la cárcel hizo amistad con un funcionario de prisiones al que le gustaba mucho hablar con él de historia. Un moro que solía estar tapado todo el día fue a los encargados de la prisión a decirles que estaban hablando de política. El funcionario fue castigado con el traslado a otro sitio y a Antonio Cruz lo tuvieron tres días colgado del techo. Esta última vez que estuvo en la cárcel no fue por las ideas. Simplemente habían interceptado una carta en la que se le nombraba. “Esto lo tiene que arreglar Cruz”, decía el papel. A cuenta de eso lo encarcelaron.
![[Img #3696]](http://diariodelalinea.es/upload/images/04_2024/4067_cruz-de-los-santos-5.jpg)
Su capacidad era tal que hacía amistad incluso con los directores de las cárceles. En la prisión hacía muchas cosas, en la enfermería organizaba las curas, escribía... De hecho, en El Puerto se hizo amigo íntimo del director y se cruzaban visitas a las respectivas casas en las que participaba su hija con absoluta normalidad.
En La Línea se estableció ya en su patio de la calle de las Flores. Allí empezó su nueva vida, esperanzado ya en no tener que estar más entre rejas y poder hacer una vida más tranquila. Pero estuvo señalado casi hasta el día de su muerte. Apenas si podía aparecer en cualquier actividad del tipo que fuera y por eso no reza entre los fundadores de AFAL o de la Sociedad Musical Linense, pese a que estuvo presente con mucho protagonismo en la creación de ambas. Cualquier iniciativa en la que apareciera sufría las consecuencias.
Antonio Cruz se sintió perseguido hasta última hora. La Policía lo visitaba con frecuencia. Incluso se cambió el apellido de Da Cruz a Cruz para que a su hija no la molestaran. Una vez quiso ir a Lisboa y pidió el pasaporte pero se lo negaron. No podía salir de España. Esa situación le molestaba. Pero una vez le dieron el pase especial de visita para ir a Gibraltar.
Cuando murió Franco le dieron la enhorabuena pero él dijo que no deseaba la muerte de nadie. Vivió apenas unos meses sin Franco puesto que falleció tres meses y unos días después, el 3 de abril de 1976. Tuvo grandes amigos de derechas e incluso a los curas les gustaba mucho hablar con él. Tenía más libros religiosos que ellos. El alcalde Alfonso Cruz Herrera, por ejemplo, era monárquico y eran íntimos amigos. Era porque Antonio no estaba en contra de las ideas de los demás, sino que trataba de defender las suyas. Una vez hizo un escrito llamado La rebelión en el sillón en el que decía que todo lo que no se había conseguido antes por otros medios, se estaba logrando con la educación. Que los jóvenes, con sus estudios, habían hecho más revolución que ellos.
No le gustaba lucirse. Cuando hizo el libro de sus escritos, con cerca de quinientas páginas, un grupo de personas quiso publicárselo porque la familia no tenía dinero para eso, pero lo más que consiguió fue un premio que le dieron con motivo del centenario de la ciudad, en 1970, como reconocimiento por las fotografías, y otro de carácter literario. Hubo un concurso y se llevó el segundo premio porque el primero fue para Gabriel Baldrich.
Le gustaba hacer fotografías de acontecimientos populares como la cabalgata, las procesiones… pero no le dejaban. En una etapa de su vida en la que ya no estaba en buenas condiciones, se quiso hacer fotógrafo ambulante pensando que así le dejarían. Fue a sacárselo pero no se lo dieron.
La idea de construir el museo de Cruz Herrera a comienzos de la década de los setenta fue de Antonio Cruz de los Santos. Cuando fructificó, el pintor regaló un cuadro a todos los que intervinieron… menos a él, que no figuraba en nada y permanecía en la retaguardia.
![[Img #3693]](http://diariodelalinea.es/upload/images/04_2024/1355_antonio-cruz-de-los-santos.jpg)
Al final, Antonio Cruz encuadernó ese libro del que hizo tres copias y en el que escribió cientos de artículos, en su mayoría relacionados con La Línea. De ese libro, inédito, han salido muchas informaciones que luego han servido para arrancar investigaciones sobre la historia de La Línea. Antonio decía que era una pena que no hubiese nada escrito sobre la ciudad y se puso a hacer una especie de archivo escrito de una forma amena de leer. Entre él y su hija Inés mecanografiaron durante años los escritos. Intentó arreglarlo para tratar de reducirlo para publicarlo pero en ese tiempo murió. Hoy se conserva una copia en el archivo municipal y puede disfrutarse de un trabajo impresionante.
Todo lo que tenía, fotos, artículos y demás, fue cedido a Paco Tornay por expresa orden suya. Días antes de morir se lo pidió a su hija. Casi todas las fotografías que luego han volado por los ordenadores de miles de linenses fueron realizadas por él, aunque la autoría se ha perdido en el limbo de la red. Colaboró en la prensa. AREA y la publicación Historia y Vida, entre otros, difundieron sus trabajos. Hubo un artículo que no se lo publicaron. Fue sobre la toma de La Muela, en Teruel. Antonio decía que era mentira, que no se disparó un solo tiro.
Nunca se le reconoció el enorme trabajo de investigación histórica que hizo. Incluso se le marginó. Dejó escritas sus memorias, que están en poder de su hija. Cosas increíbles pero jamás con odio.
Murió el 3 de abril de 1976 en una casa de la calle Granada. Una gripe complicada con sus males fue lo que se lo llevó. Su mujer murió antes de que se cumpliera un año de su marido.

Aunque nacido en 1911 en La Línea, en la calle del Ángel, la sangre de Antonio Cruz de los Santos era portuguesa. Su nombre original era Antonio da Cruz dos Santos pero lo acabó castellanizando por el bien de su familia. Su padre era patrón de barco y se estableció en un patio en el que todos los inquilinos eran portugueses. Su madre murió con sólo treinta y dos años. Era el tercero de cinco hermanos. Mientras su padre estaba embarcado tuvo que hacerse cargo de sus dos hermanos pequeños aunque había una mujer que se encargaba de hacerles la comida.
Rodearse sólo de portugueses le supuso, entre otras cosas, ir a la escuela sin saber español. Se fue haciendo solo, casi autodidacta. Dibujaba, pintaba, tapizaba, escribía, hacía de todo, menos cocinar. Nunca estudió pero le gustaba la historia y la arqueología. Fue el fundador de los Amigos de Carteya, pero no podía dar la cara por razones políticas.
Pero con el paso de los años iba formándose una persona que se movía entre la reivindicación y la cultura, dos aspectos que marcaron su vida aunque tuviera que pagar un precio muy caro por el primero de ellos. Quiso hacer el servicio militar pero no se lo permitieron por ser estrecho de pecho y luego, sin embargo, vivió los tres años de la contienda civil. Pertenecía a la CNT y a la FAI y era una especie de líder intelectual hasta el punto de que a las reuniones clandestinas que se celebraban en Francia, era él quien iba en representación de España. Llegaba a Barcelona y pasaba la frontera de forma clandestina aún a riesgo de volver a tener problemas.
Estuvo en la cárcel en tiempos de Miguel Primo de Rivera, Alfonso XIII, Manuel Azaña y Franco. Aunque sus ideas políticas eran muy definidas, estaba en contra de lo que se hiciera mal y favor de las cosas bien hechas.
Cuando estalló el Movimiento se refugió en Gibraltar y se marchó con su mujer. Su hermano mayor, Juan, era masón y otro hermano, Miguel, que no se distinguía por sus ideas, empezó a quemar los libros de su hermano Antonio por miedo a que lo sorprendieran con ellos en casa. Alguien se lo dijo a Antonio y regresó a La Línea para luego incorporarse a la Guerra Civil. Su mujer se había alojado en la casa de unos parientes en Benadalid (Málaga) y Antonio se pasó por allí para despedirse pero terminaron yéndose los dos.
Un día, la pareja se subió a un barco que salía de Alicante. Estando en el barco preparados para partir miró hacia abajo y vio mucha gente que se quedaba en tierra porque no cabía. Se miraron y ella asintió con la cabeza entendiendo a la perfección lo que quería decirle. Bajaron del barco y nada más pisar tierra fueron detenidos. Fueron condenados a muerte los dos y también lo fue un hermano de Antonio. Luego se les conmutó la pena. Un día, muchos años después, pidió perdón a su hija por haberse bajado de aquel barco pensando que su vida habría sido distinta y habría podido ofrecerle algo mejor.
Tras salir de la cárcel no pudo volver a La Línea y se fue un tiempo a Benaoján, donde se alojó en casa de unos parientes de su esposa. Pudo regresar al cabo de un tiempo pero a finales de los años cuarenta volvió a prisión ya por última vez. Permaneció unos cinco años hasta quedar totalmente libre. Durante esta estancia en la cárcel hizo amistad con un funcionario de prisiones al que le gustaba mucho hablar con él de historia. Un moro que solía estar tapado todo el día fue a los encargados de la prisión a decirles que estaban hablando de política. El funcionario fue castigado con el traslado a otro sitio y a Antonio Cruz lo tuvieron tres días colgado del techo. Esta última vez que estuvo en la cárcel no fue por las ideas. Simplemente habían interceptado una carta en la que se le nombraba. “Esto lo tiene que arreglar Cruz”, decía el papel. A cuenta de eso lo encarcelaron.
Su capacidad era tal que hacía amistad incluso con los directores de las cárceles. En la prisión hacía muchas cosas, en la enfermería organizaba las curas, escribía... De hecho, en El Puerto se hizo amigo íntimo del director y se cruzaban visitas a las respectivas casas en las que participaba su hija con absoluta normalidad.
En La Línea se estableció ya en su patio de la calle de las Flores. Allí empezó su nueva vida, esperanzado ya en no tener que estar más entre rejas y poder hacer una vida más tranquila. Pero estuvo señalado casi hasta el día de su muerte. Apenas si podía aparecer en cualquier actividad del tipo que fuera y por eso no reza entre los fundadores de AFAL o de la Sociedad Musical Linense, pese a que estuvo presente con mucho protagonismo en la creación de ambas. Cualquier iniciativa en la que apareciera sufría las consecuencias.
Antonio Cruz se sintió perseguido hasta última hora. La Policía lo visitaba con frecuencia. Incluso se cambió el apellido de Da Cruz a Cruz para que a su hija no la molestaran. Una vez quiso ir a Lisboa y pidió el pasaporte pero se lo negaron. No podía salir de España. Esa situación le molestaba. Pero una vez le dieron el pase especial de visita para ir a Gibraltar.
Cuando murió Franco le dieron la enhorabuena pero él dijo que no deseaba la muerte de nadie. Vivió apenas unos meses sin Franco puesto que falleció tres meses y unos días después, el 3 de abril de 1976. Tuvo grandes amigos de derechas e incluso a los curas les gustaba mucho hablar con él. Tenía más libros religiosos que ellos. El alcalde Alfonso Cruz Herrera, por ejemplo, era monárquico y eran íntimos amigos. Era porque Antonio no estaba en contra de las ideas de los demás, sino que trataba de defender las suyas. Una vez hizo un escrito llamado La rebelión en el sillón en el que decía que todo lo que no se había conseguido antes por otros medios, se estaba logrando con la educación. Que los jóvenes, con sus estudios, habían hecho más revolución que ellos.
No le gustaba lucirse. Cuando hizo el libro de sus escritos, con cerca de quinientas páginas, un grupo de personas quiso publicárselo porque la familia no tenía dinero para eso, pero lo más que consiguió fue un premio que le dieron con motivo del centenario de la ciudad, en 1970, como reconocimiento por las fotografías, y otro de carácter literario. Hubo un concurso y se llevó el segundo premio porque el primero fue para Gabriel Baldrich.
Le gustaba hacer fotografías de acontecimientos populares como la cabalgata, las procesiones… pero no le dejaban. En una etapa de su vida en la que ya no estaba en buenas condiciones, se quiso hacer fotógrafo ambulante pensando que así le dejarían. Fue a sacárselo pero no se lo dieron.
La idea de construir el museo de Cruz Herrera a comienzos de la década de los setenta fue de Antonio Cruz de los Santos. Cuando fructificó, el pintor regaló un cuadro a todos los que intervinieron… menos a él, que no figuraba en nada y permanecía en la retaguardia.
Al final, Antonio Cruz encuadernó ese libro del que hizo tres copias y en el que escribió cientos de artículos, en su mayoría relacionados con La Línea. De ese libro, inédito, han salido muchas informaciones que luego han servido para arrancar investigaciones sobre la historia de La Línea. Antonio decía que era una pena que no hubiese nada escrito sobre la ciudad y se puso a hacer una especie de archivo escrito de una forma amena de leer. Entre él y su hija Inés mecanografiaron durante años los escritos. Intentó arreglarlo para tratar de reducirlo para publicarlo pero en ese tiempo murió. Hoy se conserva una copia en el archivo municipal y puede disfrutarse de un trabajo impresionante.
Todo lo que tenía, fotos, artículos y demás, fue cedido a Paco Tornay por expresa orden suya. Días antes de morir se lo pidió a su hija. Casi todas las fotografías que luego han volado por los ordenadores de miles de linenses fueron realizadas por él, aunque la autoría se ha perdido en el limbo de la red. Colaboró en la prensa. AREA y la publicación Historia y Vida, entre otros, difundieron sus trabajos. Hubo un artículo que no se lo publicaron. Fue sobre la toma de La Muela, en Teruel. Antonio decía que era mentira, que no se disparó un solo tiro.
Nunca se le reconoció el enorme trabajo de investigación histórica que hizo. Incluso se le marginó. Dejó escritas sus memorias, que están en poder de su hija. Cosas increíbles pero jamás con odio.
Murió el 3 de abril de 1976 en una casa de la calle Granada. Una gripe complicada con sus males fue lo que se lo llevó. Su mujer murió antes de que se cumpliera un año de su marido.
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