Miércoles Santo de resignación

La primera que decidió no salir fue Oración en el Huerto y poco después lo hizo el Abandono. El Medinaceli, que salía más tarde, tomó la misma decisión. La lluvia no cesaba y la sensación general era de aceptacíón de la realidad, lo cual no impidió que fueran cientos de personas las que se acercaron a las iglesias para, al menos, disfrutar de algunas chicotás en su interior o, simplemente, ver a sus imágenes.

La cofradía de San José había congregado a decenas de personas expectantes pero sabedoras de que la decisión más lógica era no salir. Tras anunciarse, las puertas se abrieron hasta las doce de la medianoche para que la gente pudiera apreciar los imponentes pasos de esta cofradía, sobre todo el palio encendido de la Virgen del Amor, algo muy difícil durante el recorrido por culpa del viento. En el templo no cabía un alfiler y las escenas de emoción se prodigaron durante mucho tiempo.

Después del anuncio de que no salía, la cofradía del Abandono hizo una oración a puerta cerrada con los hermanos. A continuación se abrieron las puertas de la iglesia y se alternaron chicotás con los pasos del Señor y de la Virgen del Mayor Dolor. Luego quedaron las puertas abiertas mientras hubo gente y a las doce se cerraron pero la junta de gobierno se quedó hasta las tres y media de la madrugada, hora en la que tiene fijada su entrada la cruz de guía.

Francisco Fernández, hermano mayor del Abandono, acaba este año su mandato y pondrá fin a un ciclo de ocho años al frente de la Hermandad en los que ha sufrido las consecuencias de la pandemia y dos años de lluvia que impidieron salir a la calle.

La Hermandad del Medinaceli entregó unos cuadros a las miembros del taller de bordado antes de que los pasos anduvieran por el interior de la iglesia hasta llegar a la puerta, donde aguardaban todavía decenas de personas, que rompieron en una gran ovación al ver que podían disfrutar de su Cristo y de su Virgen aunque solo fuera unos minutos. Todo se vivió con una enorme emoción, con nazarenos y costaleros incapaces de reprimir las lágrimas en un momento tan duro.