A punto de pasar a la historia
El adiós a la "superpolitizada mole de cemento"
El estadio, una sucesión de problemas desde 1969
El estadio, el día de su inauguración en octubre de 1969.
Así lo llamó el periodista José María García en una clara referencia a las razones que habían llevado a la construcción del estadio en la segunda mitad de los años sesenta.
Fue una cuestión de imagen que, aunque llenó de orgullo a los linenses por tan majestuoso escenario, generó una patata caliente difícil de mantener y poco apropiada para un equipo humilde que durante toda su historia había basado buena parte de sus éxitos en las dimensiones del campo anterior, el San Bernardo.
La celebración del Trofeo compensó la desproporción. Salvo muy contados momentos, sobre todo en partidos como los dos que jugó la selección nacional o los de la Balona contra el Algeciras o en promociones de ascenso o permanencia, apenas si se llegó siquiera a los tres cuartos de entrada.
Además, en dos ocasiones antes del derribo de la visera hubo problemas de importancia que llevaron a la Balona a jugar en el campo anexo A, ya desaparecido. La famosa aluminosis de 1991 hizo que el campo quedara clausurado temporalmente en dos ocasiones en la década de los noventa.
A finales de los años noventa se determinó la ruina de los fondos de gol, que han estado inutilizables hasta el último momento. La Balona no pudo ofrecer un abanico de localidades que permitiera disponer de zonas más baratas, sino que limitó los abonos y las entradas a tribuna y preferencia más de veinte años.
Y ya hace cinco años fue la caída de una torreta de iluminación, que dio lugar a la retirada de las otras tres por razones de precaución. Y luego la visera, un asunto turbio del que nunca se sabrá la verdad pero que acrecentó los problemas de la Balona, que tuvo que inhabilitar gran parte de la grada y colocar a los espectadores en la parte baja con unos incómodos asientos supletorios.
Otro eterno problema fue el estado del césped. Ya el día de la inauguración, el 15 de octubre de 1969, los jugadores de la selección española es quejaron de las deficiencias, que no se resolvieron hasta que en 2009 se colocó el sintético de última generación, que duró ocho años para dar paso al actual, mucho mejor conservado que el de los primeros cuarenta años.
Al mismo tiempo, el interior del recinto se fue deteriorando con el paso de los años, tanto en las dependencias como en el graderío. Durante el mandato de Alfredo Gallardo fue la propia Balona la que trató de mantener las instalaciones pero la precariedad económica no permitía grandes proyectos.

Fue una cuestión de imagen que, aunque llenó de orgullo a los linenses por tan majestuoso escenario, generó una patata caliente difícil de mantener y poco apropiada para un equipo humilde que durante toda su historia había basado buena parte de sus éxitos en las dimensiones del campo anterior, el San Bernardo.
La celebración del Trofeo compensó la desproporción. Salvo muy contados momentos, sobre todo en partidos como los dos que jugó la selección nacional o los de la Balona contra el Algeciras o en promociones de ascenso o permanencia, apenas si se llegó siquiera a los tres cuartos de entrada.
Además, en dos ocasiones antes del derribo de la visera hubo problemas de importancia que llevaron a la Balona a jugar en el campo anexo A, ya desaparecido. La famosa aluminosis de 1991 hizo que el campo quedara clausurado temporalmente en dos ocasiones en la década de los noventa.
A finales de los años noventa se determinó la ruina de los fondos de gol, que han estado inutilizables hasta el último momento. La Balona no pudo ofrecer un abanico de localidades que permitiera disponer de zonas más baratas, sino que limitó los abonos y las entradas a tribuna y preferencia más de veinte años.
Y ya hace cinco años fue la caída de una torreta de iluminación, que dio lugar a la retirada de las otras tres por razones de precaución. Y luego la visera, un asunto turbio del que nunca se sabrá la verdad pero que acrecentó los problemas de la Balona, que tuvo que inhabilitar gran parte de la grada y colocar a los espectadores en la parte baja con unos incómodos asientos supletorios.
Otro eterno problema fue el estado del césped. Ya el día de la inauguración, el 15 de octubre de 1969, los jugadores de la selección española es quejaron de las deficiencias, que no se resolvieron hasta que en 2009 se colocó el sintético de última generación, que duró ocho años para dar paso al actual, mucho mejor conservado que el de los primeros cuarenta años.
Al mismo tiempo, el interior del recinto se fue deteriorando con el paso de los años, tanto en las dependencias como en el graderío. Durante el mandato de Alfredo Gallardo fue la propia Balona la que trató de mantener las instalaciones pero la precariedad económica no permitía grandes proyectos.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.114