Broche de oro a una Pasión de categoría

La ausencia de la Virgen de la Esperanza se notó pero la Hermandad de San Bernardo supo suplir el problema con mucha categoría al tiempo que el barrio quiso demostrar su apoyo con una presencia masiva en la recogida ya bastante avanzada la madrugada. Estuvo en la mente de todos, sobre todo cuando su Cristo del Amor dejó atrás el santuario sin que la Virgen le siguiera.

Por lo demás, la tarde noche ofreció momentos muy vistosos con un sol permanente mientras fue de día y con un viento que molestó en ocasiones, como ya ocurriera las dos noches anteriores, pero que se calmó de vez en cuando.

La tarde cofrade empezó con el Cristo del Mar y la Virgen Luz y Esperanza Nuestra, que volvieron a congregar a cientos de personas en la plaza de Guillermo Chaminade, a las puertas de la iglesia del Carmen. Pero lo más sobresaliente, un año más, fue la llegada al santuario de la Inmaculada Concepción, donde La Atunara vibró con las maniobras de la cuadrilla de unos cargadores perfectamente aunados al sonido de la campana. Cada vez que el paso se fue al cielo se escuchaban los vítores y aplausos de la gente congregada en la plaza a pesar de que el Señor no sube ya la rampa. Con la Virgen ocurrió casi lo mismo. Las mujeres que la llevan se esmeraron para que la llegada al santuario fuera brillante. Y lo consiguieron.

La siguiente cofradía que salió a la calle fue la Soledad y el Santo Entierro. El cortejo del Cristo Yacente apareció a las siete y cuarto por las puertas de la Inmaculada para cruzar la plaza hacia la plaza de Fariñas, a la que accedió desde la esquina de Doctor Villar con Carboneros. Los representantes de las hermandades linenses y las autoridades formaron el cortejo multicolor que antecedió al tramo de la Virgen, con los nazarenos de negro riguroso. Naturalmente, el paso de la procesión por el pasaje del Gran Poder fue uno de los momentos más emotivos, con sones de saeta a cargo de Cristina Rojas. La música de capilla que acompañó a los dos pasos añadió mayor nivel de sobriedad a un cortejo ya de por sí serio y austero.

La cofradía del Cristo del Amor y la Virgen de la Esperanza salió a las ocho menos cuarto de la casa hermandad de la calle Gaucín para hacer una estación de penitencia muy difícil. La ausencia de la Reina de San Bernardo era un detalle complicado de superar. Sin embargo, sacaron a relucir la clase de la que saben hacer gala y realizaron un recorrido dignísimo culminado con una recogida a la que no quiso faltar nadie a pesar de que se habían superado las tres de la madrugada. Parecía como si se quisiera demostrar que el pueblo estaba ahí en unos momentos  tan difíciles. El paso llevaba la corona de la Virgen en un lugar predominante como manera de recordarla. Las lágrimas brotaron a raudales pero con la esperanza de que pronto se podrá ver a la Virgen por las calles de La Línea.

La Amargura fue la última en salir, aunque no en recogerse. Lo hizo desde el santuario a los sones de la marcha de Font de Anta después de que el Cristo de la Misericordia cruzara hacia la calle de Alfonso X el Sabio, donde el cortejo ofreció imágenes de gran belleza. El itinerario llevó a la cofradía a transitar por varias calles del centro antes de alcanzar la carrera oficial, a la que llegó mientras sonaba Siempre la Esperanza en homenaje a la gran ausente de este año. Incluso la levantá para empezar el recorrido por la calle Real fue dedicada a la Hermandad de San Bernardo.