Efemérides
Los sucesos de las Pedreras, un triste episodio de comienzos del siglo XX
Varios obreros resultaron muertos en los incidentes
Calle San Felipe, donde estaba el centro obrero.
Hoy, 9 de octubre, se cumplen ciento veintidós años de uno de los momentos más terribles vividos en La Línea, los conocidos como sucesos de las Pedreras.
En la calle de San Felipe, en el viejo barrio de los Portugueses entre Moreno de Mora y Pedreras, funcionaba bajo la denominación de Centro Obrero de Oficios Varios una organización que agrupaba a unos seis mil trabajadores de varias ramas y entre los que predominaba la ideología anarquista, la mayoritaria en la España en los albores del siglo XX.
A principios de octubre de 1902, el gobernador de Sevilla había ordenado el cierre de todos los centros sociales de Andalucía al considerarlos una amenaza para la paz y el orden social, lo cual provocó la indignación inmediata de los trabajadores. En La Línea, para protestar contra esta decisión y pedir la reapertura de su centro, sus dirigentes solicitaron permiso para celebrar una asamblea en la plaza de toros el 9 de octubre de 1902. La autoridad negó la autorización y decidieron celebrarla en la cantera de piedra que se hallaba al pie de Sierra Carbonera. Acudieron varios miles de enardecidos trabajadores, en instantes en los que La Línea vivía momentos de angustiosa tensión e incluso el comercio había cerrado sus puertas. En la ciudad se había declarado el estado de guerra y se habían enviado tropas desde Jerez.
Las autoridades enviaron a la Guardia Civil para disolver la asamblea. Ante la negativa de los congregados, la fuerza pública realizó una descarga al aire, a la que algunos exaltados respondieron con piedras. Los siguientes disparos ya no fueron al aire sino contra la multitud, que respondió con cuanto tenían a su alcance: palos, piedras, algún que otro revolver... La Guardia Civil se vio forzada a replegarse hacia la ciudad y las masas encolerizadas irrumpieron en el casco urbano. Divididos en grupos se dirigieron a atacar simultáneamente edificios públicos y en especial la casa del alcalde, Juan Bautista Fariñas, al que hacían responsable de lo sucedido.
Fue en las cercanías de la farmacia y residencia familiar de Fariñas, en el tramo de la calle del Teatro delimitado por Alba y Aurora, donde los sucesos alcanzaron mayores tintes de tragedia. Los más exaltados quisieron incluso asaltar e incendiar el inmueble. Avisadas oportunamente, fuerzas del Ejército acudieron allí y actuaron sin contemplaciones, con un saldo de numerosas víctimas entre los amotinados.
Según la versión oficial, las fuerzas del orden fueron atacadas por una multitud de cuatro o cinco mil obreros, casi todos ellos armados de pistolas y revólveres... La realidad debió ser muy distinta: según el saldo oficial de víctimas, hubo un oficial y varios números de la fuerza pública levemente heridos con contusiones, mientras que entre los amotinados, según los propios informes oficiales, hubo cinco muertos, varios heridos graves y muchos más con lesiones menos graves que prefirieron ser atendidos en sus hogares antes que exponerse a ser detenidos y procesados si acudían a curarse a la casa de socorro.
En la madrugada del día siguiente, los obreros intentaron hacerse con los restos de los compañeros, sacándolos del cementerio donde habrían de ser inhumados horas después, para rendirles un póstumo homenaje. La acción de las fuerzas de Caballería, prevenidas, lo impidió.
![[Img #3934]](http://diariodelalinea.es/upload/images/10_2024/3772_teatro-1.jpg)
Alrededor de aquellos tristes momentos de la historia de La Línea aparecieron varios personajes, cada uno en su papel y cada uno con unas consecuencias diferentes. El periodista Guillermo Sánchez Cabeza fue acusado de instigador de aquellos comportamientos obreros. De hecho, sufrió el que posiblemente fuera su primer encarcelamiento en una vida inconformista. Detenciones, procesos, condenas y, finalmente, el destierro, marcaron la vida de una persona joven, comprometida, cristiana y luchadora. Además, padeció varios atentados físicos que le dejaron señalado para los restos de su vida. En aquellos días, Sánchez Cabeza disfrutó de apoyos y defensas que, al menos, le permitieron aliviar tanto desaire.
Otra persona de enorme protagonismo fue el propio alcalde, Juan Bautista Fariñas. Los obreros le acusaron de ser el causante por su negativa a apoyar las reivindicaciones y en las inmediaciones de su casa fue donde se produjeron los acontecimientos más violentos.
Entre las víctimas sólo se recuerda un nombre, el de Ernesto Álvarez, un obrero culto e inteligente, acérrimo defensor de la causa obrera, sacrificado en aras de su ardiente esperanza de un mañana mejor, de una sociedad mucho más justa y más humana.
Aquella jornada del 9 de octubre de 1902 fue triste, desgarradora, sangrienta y el mayor conflicto social que ha vivido nuestra ciudad. Ha quedado inscrita en los anales de La Línea como Los sucesos de Las Pedreras y tuvieron gran repercusión nacional hasta el punto de que los principales diarios de entonces se hicieron eco de lo ocurrido.

En la calle de San Felipe, en el viejo barrio de los Portugueses entre Moreno de Mora y Pedreras, funcionaba bajo la denominación de Centro Obrero de Oficios Varios una organización que agrupaba a unos seis mil trabajadores de varias ramas y entre los que predominaba la ideología anarquista, la mayoritaria en la España en los albores del siglo XX.
A principios de octubre de 1902, el gobernador de Sevilla había ordenado el cierre de todos los centros sociales de Andalucía al considerarlos una amenaza para la paz y el orden social, lo cual provocó la indignación inmediata de los trabajadores. En La Línea, para protestar contra esta decisión y pedir la reapertura de su centro, sus dirigentes solicitaron permiso para celebrar una asamblea en la plaza de toros el 9 de octubre de 1902. La autoridad negó la autorización y decidieron celebrarla en la cantera de piedra que se hallaba al pie de Sierra Carbonera. Acudieron varios miles de enardecidos trabajadores, en instantes en los que La Línea vivía momentos de angustiosa tensión e incluso el comercio había cerrado sus puertas. En la ciudad se había declarado el estado de guerra y se habían enviado tropas desde Jerez.
Las autoridades enviaron a la Guardia Civil para disolver la asamblea. Ante la negativa de los congregados, la fuerza pública realizó una descarga al aire, a la que algunos exaltados respondieron con piedras. Los siguientes disparos ya no fueron al aire sino contra la multitud, que respondió con cuanto tenían a su alcance: palos, piedras, algún que otro revolver... La Guardia Civil se vio forzada a replegarse hacia la ciudad y las masas encolerizadas irrumpieron en el casco urbano. Divididos en grupos se dirigieron a atacar simultáneamente edificios públicos y en especial la casa del alcalde, Juan Bautista Fariñas, al que hacían responsable de lo sucedido.
Fue en las cercanías de la farmacia y residencia familiar de Fariñas, en el tramo de la calle del Teatro delimitado por Alba y Aurora, donde los sucesos alcanzaron mayores tintes de tragedia. Los más exaltados quisieron incluso asaltar e incendiar el inmueble. Avisadas oportunamente, fuerzas del Ejército acudieron allí y actuaron sin contemplaciones, con un saldo de numerosas víctimas entre los amotinados.
Según la versión oficial, las fuerzas del orden fueron atacadas por una multitud de cuatro o cinco mil obreros, casi todos ellos armados de pistolas y revólveres... La realidad debió ser muy distinta: según el saldo oficial de víctimas, hubo un oficial y varios números de la fuerza pública levemente heridos con contusiones, mientras que entre los amotinados, según los propios informes oficiales, hubo cinco muertos, varios heridos graves y muchos más con lesiones menos graves que prefirieron ser atendidos en sus hogares antes que exponerse a ser detenidos y procesados si acudían a curarse a la casa de socorro.
En la madrugada del día siguiente, los obreros intentaron hacerse con los restos de los compañeros, sacándolos del cementerio donde habrían de ser inhumados horas después, para rendirles un póstumo homenaje. La acción de las fuerzas de Caballería, prevenidas, lo impidió.
Alrededor de aquellos tristes momentos de la historia de La Línea aparecieron varios personajes, cada uno en su papel y cada uno con unas consecuencias diferentes. El periodista Guillermo Sánchez Cabeza fue acusado de instigador de aquellos comportamientos obreros. De hecho, sufrió el que posiblemente fuera su primer encarcelamiento en una vida inconformista. Detenciones, procesos, condenas y, finalmente, el destierro, marcaron la vida de una persona joven, comprometida, cristiana y luchadora. Además, padeció varios atentados físicos que le dejaron señalado para los restos de su vida. En aquellos días, Sánchez Cabeza disfrutó de apoyos y defensas que, al menos, le permitieron aliviar tanto desaire.
Otra persona de enorme protagonismo fue el propio alcalde, Juan Bautista Fariñas. Los obreros le acusaron de ser el causante por su negativa a apoyar las reivindicaciones y en las inmediaciones de su casa fue donde se produjeron los acontecimientos más violentos.
Entre las víctimas sólo se recuerda un nombre, el de Ernesto Álvarez, un obrero culto e inteligente, acérrimo defensor de la causa obrera, sacrificado en aras de su ardiente esperanza de un mañana mejor, de una sociedad mucho más justa y más humana.
Aquella jornada del 9 de octubre de 1902 fue triste, desgarradora, sangrienta y el mayor conflicto social que ha vivido nuestra ciudad. Ha quedado inscrita en los anales de La Línea como Los sucesos de Las Pedreras y tuvieron gran repercusión nacional hasta el punto de que los principales diarios de entonces se hicieron eco de lo ocurrido.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.114