LXXV aniversario del ascenso a Segunda (14)
La plantilla, un mezcla de linenses y foráneos
La conjunción fue total y ahí radicó la clave del éxito
La placa en homenaje a Sosa, fallecido en febrero de 1949.
Hacemos un paréntesis en la liguilla para dejar el último partido para el día 19, fecha del ascenso. Este decimocuarto capítulo está dedicado a analizar la plantilla que consiguió el objetivo.
La participación de la Balona en la liguilla de ascenso a Segunda División fue la culminación de un proceso de profesionalización que había arrancado a comienzos de la década, una vez terminada la Guerra Civil. El club, como todos los del país, tuvo que rehacerse después de tres años sin competiciones y unos cuantos amistosos. Muchos empezaron de cero pero la Balona tenía una base solvente y lo que hizo fue empezar una andadura fundamentada en lo que ya se había conseguido, que no era poco.
Las primeras temporadas no fueron excesivamente halagüeñas. Clasificaciones discretas y plantillas normalitas fueron lo habitual hasta que Antonio Belizón, presidente ambicioso, se lio la manta a la cabeza y confeccionó una plantilla potente en la que había una atractiva mezcla de linenses y foráneos, sobre todo sevillanos.
Dos porteros solventes como García Ojeda y Hurtado tuvieron bien resguardada la portería. El titular era el primero de ellos, pero una lesión le impidió acabar la temporada.
El bastión de la defensa era el inexpugnable Salvador Gallardo, Catano, con escuderos como el asturiano Félix, que había fichado para ser delantero, o el sevillano Guillamón, que llegó al club tras una larga andadura en Segunda. Fue uno de los grandes fichajes de la temporada. Completaban la zaga el madrileño Torres, que terminó jugando en Osasuna; Manolete Muñoz, otro de los grandes defensores; y Sanz, que jugó muy poco. Con todos ellos, Antonio Sosa, lateral derecho titular que murió en plena temporada.
![[Img #3817]](http://diariodelalinea.es/upload/images/06_2024/9496_20210125_231249.jpg)
En la media había una fortaleza tremenda con Mesa, que llegó del Recreativo de Huelva y que también se alineaba en la delantera; Mariano Terán, guipuzcoano que había jugado en Primera con la Real Sociedad y el Real Madrid; los gibraltareños Duarte, el Chino, un jugador muy completo, y Goodman, muy polivalente que lo mismo jugaba de extremo que de centrocampista.
Delante estaba todo el potencial del equipo. Juan Ayala, todavía joven, era el más decisivo, pero había otros como el vitoriano Ubis o el sevillano Rufo que se hartaron de meter goles. Junto a ellos estaba el madrileño Julián, que luego jugó en Primera; el jovencísimo Gallardo II, que ya despuntaba; e Ibáñez.
![[Img #3815]](http://diariodelalinea.es/upload/images/06_2024/2229_1949-50-rufo.jpg)
![[Img #3816]](http://diariodelalinea.es/upload/images/06_2024/6713_ayala-2.jpg)
Antonio Iznata, Chales, fue el entrenador que empezó la temporada, pero en el transcurso de la misma fue sustituido por José María Cabo.

La participación de la Balona en la liguilla de ascenso a Segunda División fue la culminación de un proceso de profesionalización que había arrancado a comienzos de la década, una vez terminada la Guerra Civil. El club, como todos los del país, tuvo que rehacerse después de tres años sin competiciones y unos cuantos amistosos. Muchos empezaron de cero pero la Balona tenía una base solvente y lo que hizo fue empezar una andadura fundamentada en lo que ya se había conseguido, que no era poco.
Las primeras temporadas no fueron excesivamente halagüeñas. Clasificaciones discretas y plantillas normalitas fueron lo habitual hasta que Antonio Belizón, presidente ambicioso, se lio la manta a la cabeza y confeccionó una plantilla potente en la que había una atractiva mezcla de linenses y foráneos, sobre todo sevillanos.
Dos porteros solventes como García Ojeda y Hurtado tuvieron bien resguardada la portería. El titular era el primero de ellos, pero una lesión le impidió acabar la temporada.
El bastión de la defensa era el inexpugnable Salvador Gallardo, Catano, con escuderos como el asturiano Félix, que había fichado para ser delantero, o el sevillano Guillamón, que llegó al club tras una larga andadura en Segunda. Fue uno de los grandes fichajes de la temporada. Completaban la zaga el madrileño Torres, que terminó jugando en Osasuna; Manolete Muñoz, otro de los grandes defensores; y Sanz, que jugó muy poco. Con todos ellos, Antonio Sosa, lateral derecho titular que murió en plena temporada.
En la media había una fortaleza tremenda con Mesa, que llegó del Recreativo de Huelva y que también se alineaba en la delantera; Mariano Terán, guipuzcoano que había jugado en Primera con la Real Sociedad y el Real Madrid; los gibraltareños Duarte, el Chino, un jugador muy completo, y Goodman, muy polivalente que lo mismo jugaba de extremo que de centrocampista.
Delante estaba todo el potencial del equipo. Juan Ayala, todavía joven, era el más decisivo, pero había otros como el vitoriano Ubis o el sevillano Rufo que se hartaron de meter goles. Junto a ellos estaba el madrileño Julián, que luego jugó en Primera; el jovencísimo Gallardo II, que ya despuntaba; e Ibáñez.
Antonio Iznata, Chales, fue el entrenador que empezó la temporada, pero en el transcurso de la misma fue sustituido por José María Cabo.
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